miércoles, 15 de abril de 2009

2009: La Semana Santa en Salamanca, Guanajuato.

Pasar una Semana Santa en Salamanca, luego de más de veinte años de no estar aquí se volvió un ejercicio interesante, por un lado recordar todo lo que pude ver siendo niño, por el otro, comprobar que los recuerdos en eso quedan, en meros recuerdos, pues el ritmo de vida actual han ido cambiando poco a poco todas aquellas tradiciones tan fuertes en algún tiempo, que en verdad no es tanto, apenas medio siglo. Y si, las cosas han cambiado, como quiera los recuerdos quedan y son los que perduran.

No recuerdo que se practicaran las flagelaciones, sin embargo ahora las vi en el barrio de Nativitas, son cosas duras que me hicieron reafirmar una idea, que cualquiera que sea el modo en que concebimos la divinidad, esta no va ligada al sufrimiento físico, pero hay quien lo entiende de otro modo, idea respetable, pero la vida se hizo para llevarla la mejor posible, entender, aceptar, razonar, sobre todo eso, razonar, lo demás viene por consecuencia.

Las celebraciones de la Semana Santa en Salamanca, al igual que en todo el mundo católico, inician el Viernes de Dolores, aquí se acostumbraba levantar un altar, usando los colores tradicionales de la celebración, morado y blanco. Para el Domingo de Ramos la tradición indica obtener una palma recordando la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, las cuales, por cierto, se tejen en Pátzcuaro en formas por demás artísticas y son vendidas a las entradas de todos los templos de la localidad.

Salamanca esta al centro del Bajío, lugar de fuerte tradición católica. Antes se levantaban a partir del Jueves Santo lo que se denominaba, no por capricho, sino porque eso eran en verdad, “los monumentos”, consistía en cubrir los altares y todas las imágenes existentes con paños morados, el color de la penitencia en la religión católica. En el altar mayor se desarrollaba una creatividad desbordante, en la cual con telas se creaban espacios en verdad monumentales, los decorados incluían las naranjas agrias, espigas de trigo y azucenas, además de una buena cantidad de flores, todas blancas. La visita de “las siete casas” que tradicionalmente hacía con mi mamá, acompañado de los rezos característicos es algo que me es imposible olvidar. Pensándolo bien, ¡no lo quiero olvidar! Los monumentos actuales son más sencillos, sin aquella espectacularidad que los caracterizó.

La visita de las siete casas implicaba el recabar pequeños manojos de manzanilla y pan ácido, cosas por demás tradicionales en las celebraciones de la Semana Santa en Salamanca, el perfume de la manzanilla inundaba las entradas a los templos atestados de católicos que mantenían, la tradición.

Quienes somos originarios de Salamanca recordamos perfectamente al Padre Camilo Montes, OSA, que en los años setenta tuvo a bien iniciar una tradición que poco a poco fue arraigándose, la Procesión del Silencio, la cual partía del Templo de San Agustín, con toda solemnidad, iniciada con el paso lento y el compás contundente del los tambores que marcaban esa lento caminar por las calles, llevando las magníficas esculturas del templo agustino, Nuestra Señora de la Soledad cerraba el contingente, en silencio se recorría la zona centro de Salamanca.

Los contingentes se organizan, gentes de todas las clases sociales y edades se forman de acuerdo al grupo que les corresponde, las mujeres de luto riguroso, de mantilla y peineta, enlazándonos de alguna manera, a las más arraigadas tradiciones andaluzas. La procesión se inicia al atardecer, una vez entrada la noche se encienden las velas, la marcha se hace más solemne aun.

Los hombres van encapuchados y con túnica morada, siguiendo el parámetro establecido en Sevilla. Claro es, las cosas solemnes lo fueron hace un poco de años, ahora es más relajada y las escenas callejeras llegan a ser como esta que vi en la puerta principal del Templo de San Agustín.

La tradición antigua marcaba que se le ofrecieran flores amarillas, las que crecen en abundancia en el Bajío, al Santo Cristo; los vendedores de mostaza y trébol aun se pueden encontrar vendiendo sus manojos a diez pesos, cabe mencionar que no es la flor de mostaza, la que conocemos como condimento, tampoco son tréboles de cuatro hojas, son nombres que habitualmente se le dan a estas plantas campiranas.

No hay celebración que no tenga su dulce característico, aquí son las charamuscas las que se venden en Semana Santa, son dulces artesanales hechos en base de azúcar y piloncillo, esas se siguen haciendo, pero la industrialización las ha ido desplazando poco a poco, como quiera, aun seguimos teniendo tradiciones en esta parte de México, del Bajío, de Guanajuato; en Salamanca!

Hay una canción que va estrechamente ligada a la Semana Santa, creo que los de mi generación disfrutamos enormemente de Joan Manuel Serrat, ¿o me equivoco?http://www.youtube.com/watch?v=pHwhhVWoFJI

1 comentario:

  1. es una de las mejores paginas con las que me he encontrado,, felicidades..... mi tierra que llevo en mi corazon,,,,,,

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