miércoles, 26 de mayo de 2010

San Agustín de Salamanca, sinfonía de dorados en sol sostenido mayor.

Dijo una vez Gahndi que si lo que uno va a decir es realmente importante, lo diga, de lo contrario que no rompa la armonía y perfección del silencio. En esa base y a sabiendas que si de algo se ha publicado en Salamanca, ha sido sobre el templo de San Agustín, así que mejor cierro la boca, es decir, no escribo, dejo unas fotos y se que tú sacarás tus propias conclusiones.















San Agustín de Salamanca, el templo ubicado en el lugar correcto

Cuando se llega a Salamanca, en el mero centro del Bajío y se visita el interior del templo de San Agustín, a los pocos minutos de comenzar a asimilar lo mucho que allí adentro hay surge una pregunta: ¿este templo está en el lugar correcto?
No serás el primero que se lo pregunte, pues cuando pasamos por Salamanca, allí donde, según lo acuñó José Alfredo Jiménez en el "Caminos de Guanajuato"... es allí donde hiere el recuerdo..., hubo una gran razón para levantar el monumental templo de San Agustín, con sus monumentales claustros, el mayor y el menor: se pensaba iniciar una Universidad que, llevando en la misma sangre el nombre de la cumbre de las Universidades europeas: Salamanca; el compromiso era tan monumental como lo es el edificio.
El templo inició su construcción en 1619 aproximadamente, se llevó casi un siglo terminarlo, y una buena cantidad de años, ya en pleno barroco, terminar los altares que decoran todo el conjunto y el milagro sucedió, la joya del ULTRABARROCO se pulió al máximo y ahora la podemos serguir admirando. San Agustín de Salamanca es, sin lugar a dudas, la joya de la corona de la arquitectura virreinal en el centro de México.












Seguramente seguiremos oyendo eso de que o San Agustín no debería estar en Salamanca, ó Salamanca no debería tener a San Agustín... solo que ahora debemos de recordar una cosa. La enorme provincia agustina de San Nicolas de Tolentino planeó tener una Universidad en la encurcijada de caminos, precisamente donde está Salamanca y sí, en efecto; es en donde hiere el recuerdo...

El templo de San Agustín que en realidad se llama San Juan Sahagún, el de Salamanca, México.

De la majestuosidad de los templos y conventos Agustinos hemos dado cuenta ya aquí, en El Bable. El que ahora veremos es el de Salamanca, Guanajuato; ciudad en la que vivo y será, porque siempre lo hemos visto allí y siempre ha estado allí y siempre estará allí que, como suele suceder, no le ponemos atención.


Para comenzar el templo no se llama San Agustín, como todos les decimos, sino San Juan Sahagún, santo patrono de la Salamanca española. De él existen dos imágenes, una en la fachada, la otra en el altar mayor y… ni quién lo conozca. Su celebración, junio 12, pasa, prácticamente, desapercibida. En la actualidad la lama se ha ido adhiriendo a partes de su fachada, algunos de los santos que la decoran hacen verdaderos actos de equilibrismo para no caerse y las palomas, las “benditas” palomas se están encargando de tornar blancas todas las esculturas. Como quiera, todo aquél que recibe un visitante se enorgullece al mostrarle la joya del ultrabarroco, única en México, por cierto.


La mole, al verla, con su color naranja oscurecido por el polvo y el tiempo llama la atención por eso, por ser una enorme construcción y, sucede como siempre, que no le ponemos atención a los detalles, que nos vamos al todo y no a la parte. Así como sucedió cuando vimos el convento Agustino de Actopan, esta vez haremos lo mismo, solo que en partes. Hoy veremos solo la fachada, solo esa gran mole que, cuando logramos apreciar el detalle, comprobamos que si alguien no se limitó en concepto, línea y estilo fueron ellos, los Agustinos.


















Como todo recinto que guarda antigüedad e historia, San Agustín tiene lo suyo, parte historia, parte leyenda, que ahora, mejor que nunca, en plenos preparativos para el Bicentenario te presento:


http://elsenordelhospital.blogspot.com/2010/01/albino-garcia-y-el-milagro-de-la-virgen.html