jueves, 30 de septiembre de 2010

Hacienda de Briseñas, Michoacán.


El caso de esta hacienda es el mismo de varias que hay en el centro del país y que debido a su producción, crecimiento y número de habitantes van siguiendo los pasos de haber sido una encomienda que luego pasa a ser un sitio de ganado mayor o menor, para luego convertirse en una hacienda con varios ranchos, que se vuelve congregación, pueblo y finalmente se erige en municipio.


Localizada en la rivera sur occidental del río Lerma formaba parte del partido de Zamora y estaba integrada a Ixtlán, como era el caso de toda la región antes de que las haciendas que, en su momento, fueron propiedad del legendario “Burro de Oro” se separaran y fueran vendidas individualmente dando paso, como ya lo mencionamos, a la creación de nuevos municipios en el estado de Michoacán.


Desconozco quien habrá sido el primer español que obtuvo la encomienda del valle de Zamora y de la ciénega de Chapala, los datos que pude localizar comienzan en el siglo XIX, aunque la hacienda original data del XVII. El primer nombre que aparece en la larga lista de propietarios, es decir, el primer nombre del que tengo noticia son los De la Mora, los padres de la señora Josefa de la Mora y Torres, don Juan José de la Mora y Palma, muerto en 1820 dejando en herencia ésta y muchas propiedades más a su hija, casada con Crispín Velarde quién se encarga de administrar las propiedades haciendo con ellas uno de los latifundios más grandes del occidente del país.


Siete años después, en 1827, muere don Crispín dejando su fortuna a sus hijos, dos monjas y un varón, siendo éste, en su calidad de único posible heredero el que asume el mando de ese imperio, el llamado “príncipe charro”, José Francisco Velarde, mejor conocido como El Burro de Oro. De su historia hemos dado cuenta ya.


Quizá por la cercanía de la hacienda de Briseñas con su casa, la llamada Moreña, no le prestó la debida atención en cuanto a decorado, lo cual no quiere decir que no sea una obra monumental, por el contrario, la arcada y acceso a la hacienda es en verdad palaciega. En la actualidad es sede de la Presidencia Municipal.


Se dice que el nombre de Briseñas se debe a que los primeros propietarios eran de apellido Briceño, aunque la leyenda dice que se llama Briseñas por la brisa del río Lerma que pasa a unos cuantos metros de la hacienda. Al parecer hacia 1839 la hacienda fue rentada a la familia Castellanos, de gran presencia en la zona. Terminada la intervención francesa, y el país gozando de una mediana estabilidad esta propiedad, junto con otras que fuera de Francisco Velarde fueron compradas en subasta por el empresario tapatío José María Martínez Negrete en 1871 a unas personas de la ciudad de México de apellido Ortiz y Arenas. Me llama la atención que, a sabiendas de que El Burro de Oro fue ejecutado en 1867, cuatro años después aparezcan algunas de sus propiedades en manos de avecindados en la ciudad de México. ¿Tráfico de influencias, acaso?


Para 1907 aparecen como dueños otra acaudalada familia de Ocotlán de apellido Castellanos. Se dice que en 1910 el Presidente de México Porfirio Díaz se hospedo una semana en la hacienda. Esto último es fácilmente creíble ya que don Porfirio conocía muy bien a los Cuesta Gallardo de Atequiza, otros hacendados de enorme fortuna a quienes visitaba frecuentemente tanto en esa hacienda como en sus casas de Chapala. Terminada la Revolución y con el General Lázaro Cárdenas como Presidente de la república, fue beneficiad por la Ley Territorial del 11 de septiembre de 1932, en la que se le otorga la categoría de “tenencia” del municipio de Vista Hermosa, el cual, por cierto, fue elevado a municipio en 1921.


Con el reparto de tierras a consecuencia de la reforma agraria la hacienda originó el poblado de Briseñas que fue declarado cabecera del municipio del mismo nombre fundado en 1950. Entre sus instalaciones se encuentran la casa principal que funciona como Presidencia Municipal, bodegas, granero y una capilla. La fachada de la casa principal presenta un nivel y está conformada por un portal de arquería, en su interior se ubica un patio modificado con parte de su antigua arquería.


Recientemente algunos de los muros de la Hacienda que ahora es la Presidencia Municipal, fueron decorados con el estupendo trabajo de pintura del Maestro Nico, el cual con una especial sensibilidad para retratar con trazos arquitectónicos muy bien definidos, nos deja ver como fue la hacienda en sus años de esplendor.





miércoles, 29 de septiembre de 2010

Ex convento franciscano de Zacapu, Michoacán

Refieren las crónicas que allá por el año 1548, Fray Jacobo Daciano caminaban de Cherán rumbo a la encomienda de Zacapu, acompañado de una comitiva de indígenas, Les anocheció en el bosque, muy cerca del lago y acamparon ahí. Al amanecer, fray Jacobo Daciano llamó a todos y les dijo que era voluntad de Dios que en ese lugar se construyera una iglesia; los indios desmontaron el sitio, abrieron cimientos y se tiró el cordel para iniciar la construcción. Después trazaron calles, ubicando la plaza, el "tianguis" y la casa real, Así nació lo que ahora es la ciudad de Zacapu. Ello debió ocurrir el 29 de junio de 1548, ya que Zacapu fue encomendada al patrocinio del Apóstol San Pedro y por muchos años se usó el nombre de ese santo para designar la parte de la ciudad donde se encuentra el templo parroquial, dedicado ahora a Señora Santa Ana.


Presenta un atrio delimitado con barda de arcos invertidos de factura contemporánea, en el atrio se ubica una antigua cruz atrial, una escultura de Fray Jacobo Daciano y un reloj de sol que data de 1858. El templo presenta fachada sencilla con remate mixtilíneo, con acceso de arco de medio punto, ventana coral en forma de ajimez, en la parte superior se ubica un reloj de colocación posterior. Junto al templo se ubica una torre de planta cuadrangular de tres cuerpos, siendo el tercero de forma octagonal y rematada con cúpula.

En su interior el templo es de una nave techada con un plafón y viguería de madera. Presenta altares de estilo neoclásico, el altar mayor exhibe un ciprés que resguarda un antiguo Cristo. Junto al templo se ubica el convento que presenta en su fachada un pórtico con tres arcos de medio punto, en su interior se ubica un claustro cuadrangular de dos niveles con cuatro arcos de medio punto en cada uno de sus lados. (Wikipedia)

San Miguel Arcángel y Huitzilopochtli, el sincretismo


Sobre el calendario y la medida del tiempo hemos hablado ya en varios artículos y hoy, 29 de septiembre, día de Huitzilopochtli, perdón, día de San Miguel Arcángel, lo haremos una vez más. Hace un año te comentaba de la gran difusión que se hizo del culto a San Miguel en los primeros años de la evangelización llevada a cabo por los Franciscanos, ahora que estoy regresando de esa zona del altiplano central lo ratifico: el culto a San Miguel está altamente difundido en toda la zona central de México, especialmente en lo que fuera el Imperio Azteca.


Huitzilopochtli (en náhuatl Huītzilōpōchtli; 'colibrí zurdo' o 'colibrí del sur'), fue la principal deidad de los mexicas. También fue conocido como Ilhuicatl Xoxouhqui y ha sido asociado con el sol. Al arribo de los españoles a Mesoamérica, era la deidad más adorada en el Altiplano Central por la imposición de los mayas. Los conquistadores lo llamaron Huichilobos”. De esta forma nos lo describe Wikipedia y vemos algo interesante: su asociación con el sol.


El templo de Huitzilopochtli, el dios de la guerra se ubicaba al centro de la Gran Tenochtitlán, en el Templo Mayor, a un costado del de Tláloc, la lluvia, tan importante para la vida y el colibrí zurdo tan importante para la muerte, una manifestación más de la dualidad. Y si Tenochtitlán era el ombligo del mundo, ese par de templos estaban en el centro del ombligo. Hitzilopochtli es el que comanda el ejército celeste que va abriendo camino al sol. Miguel Arcángel es el que protege las puertas del paraíso y nos conduce en el trance de la muerte justo a sus puertas.


Es más que clara esta asociación Miguel-Huitzilopochtl, al arcángel lo encontraremos en casi todas las portadas de los templos del siglo XVII en la parte alta, con su espada desenvainada apuntando al cielo y su balanza de la justicia en la otra mano y posicionado precisamente en el oriente, dándole la espalda al sol, es decir, abriéndole el camino a Tonatiuh, al Sol, a Dios… según lo queramos ver.


Los franciscanos tuvieron por norma colocar una escultura de San Miguel en el primer templo que se levantara en una población, del lado oriente, esto como protección a las fuerzas demoníacas, a las malas ideas, al pecado, al mal. Aquí en Salamanca, por ejemplo, lo vemos en el templo de Nativitas que está en la parte oriente de la ciudad y ese templo fue levantado precisamente en el siglo XVII… lo acabo de ver en Tepotzotlán, coronando la riquísima fachada barroca, además de estar presente en un nicho justo en el torreón del ángulo oriente de la barda perimetral del antiguo Colegio de San Francisco Javier.


La fiesta de Tlaxochimaco en el Calendario Azteca, era la dedicada a Huitzilopochtli, a él se le ofrendaban todo tipo de flores, pues la celebración coincidía con el mes de agosto de nuestro calendario…”se llamaba Tlaxochimaco, “ofrecimiento de flores”, y estaba dedicado a Hitzilopochtli y a todos los dioses, como protectores de los hombres, especialmente de los muertos. En este mismo mes los mercaderes festejaban a su dios Yacatecuhtli, el señor guía, patrón de los viajeros... El día de fiesta, muy de mañana, todos iban al campo donde entonces había muchas flores de todos colores, que se criaban solas, y hacían guirnaldas, collares y sartales para adornar las imágenes de los dioses…


Los sacerdotes de Huitzilopochtli componían la imagen de él y todos los sacerdotes de los demás templos arreglaban las imágenes de los dioses que tenían a su encargo. La gente principal y los macehuales adornaban con flores las imágenes de los dioses que tenían en sus casas. Esta era la fiesta de todos los dioses, semejante a la que después llamaron los cristianos de todos los santos.


Por la tarde, después de la comida, iban a bailar a los patios de los templos; y en estas danzas no hacían ningún ademán con los pies ni con las manos, ni con la cabeza; tampoco hacían meneos con el cuerpo ni daban vueltas ningunas; todos iban con pasos llanos al compás del son y del canto, que eran muy lentos; todos iban bien despacio, nadie osaba hacer bullicio, ni atravesar por el patio donde bailaban; todos los danzantes iban con gran tiento, que no hacían ninguna disonancia. Y todo esto lo hacían por no perturbar las almas de los muertos, para que saliesen con buen fin de su peligroso y largo viaje al más allá, que nombraban Mictlán, la región de los muertos”. (1)


Vemos claramente varios sincretismos además del ya mencionado de San Miguel Arcángel con Huitzilopochtli, vemos el de su fiesta, la de Huitzilopochtli que se tradujo luego de la conquista en las festividades católicas de Todos Santos y Fieles Difuntos, vemos como se celebraba a Yacatecuhtli, el patrón de los caminos, que luego se asoció a San Cristóbal… vemos puros sincretismos


Y así es como vemos los campos en todo el rumbo norte que circunda a la ciudad de México, donde estuviera asentada la Gran Tenochtitlán, el ombligo del mundo…. Las fotografías fueron tomadas en el Museo Nacional del Virreinato de Tepotzotlán, a excepción de la 6 y 8 que fueron tomadas en el templo de San Francisco en Tepeji del Río, Hidalgo. La que sigue aquí abajo fue tomada en el Monasterio de San Antonio el Grande en Jilotepec, y el campo florido que ves es en las inmediaciones de Jilotepec en el Estado de México.


1.- Álvarez Constantino Jesús. El pensamiento mítico de los aztecas. Editorial Balsal. Morelia, 1977.

Tarea: ¿Te has puesto a pensar que hoy, día de San Miguel, está asociado al equinoccio de otoño?
Para leer sobre San Miguel Arcángel y la tradición de las cruces de pericón, entra aquí:
Para leer un poco más sobre Tlaxochimaco y las flores, entra aquí:

martes, 28 de septiembre de 2010

Una historia fascinante relacionada con las haciendas y los hacendados: El Burro de Oro.

Si eres lector de los grandes clásicos, pero por grandes no me refiero a los más conocidos, sino a otros que llegaron a ser grandes y no son tan difundidos como Lucio Apuleyo, escritor romano del siglo II, del que tenemos la fortuna de contar con uno de los más antiguos relatos en el género del picaresco en su El Asno de Oro. Pues bien, aquí hay una enorme diferencia vista por cualquier lado que lo quieras ver, comenzando por el nombre pues el personaje del que hablaremos hoy se le conoce como El Burro de Oro, cosa un tanto cuanto distante entre el Asno clásico y el Burro campirano. Para ello nos vamos hasta La Barca, en el estado de Jalisco.


Como bien sabemos, en pleno siglo XVIII la economía, es decir, la minería y la agricultura, estaba en manos de algunas pocas familias espacidas por la Nueva España, es desde entonces ,que el tráfico de influencias, el nepotismo y demás linduras que ahora aborrecemos, tenía ya sus dos siglos de apogeo, en la Nueva Galicia, en el último cuarto de ese siglo casan don José Crispín Velarde con doña Josefa de la Mora y Torres, ambos de acaudaladas familias, especialmente ella que descendía de don Juan José de la Mora y Palma.


El matrimonio tiene tres hijos, dos mujeres y un varón. A él le nombran Francisco, a ellas, sus nombres, hasta el momento no me ha sido posible encontrar, tal vez sea porque ambas decidieron tomar los hábitos y retirarse de la vida mundana, de las riquezas y comodidades que su acaudalada familia poseía, en consecuencia, Francisco Velarde de la Mora, nacido en 1809 y pariente lejano del cura don Miguel Hidalgo, ya que su abuelo materno, don Juan Gallaga y Mandarte de la Mora, (nacido el 4 de febrero, 1703), era originario de La Barca. Evidente es la relación en el segundo apellido de Francisco Velarde y el segundo apellido del abuelo de Hidalgo.


Muerto su padre, Francisco Velarde se vuelve heredero universal de la cuantiosa fortuna, de sus propiedades las cuales comenzaban en Guadalajara y terminaban en Zamora, contando entre ellas varias enormes haciendas, como la de Briseñas y Vista Hermosa, en Michoacán y las palaciegas casas en Guadalajara, Tlaquepaque y La Barca, ésta última su preferida, con el tiempo la finca adquiriría el mote de “La Moreña”.


Si bien Velarde contaba con una gran fortuna tenía la característica de no saber leer ni escribir, de allí es donde se deriva el nombre con el que pasó a la historia: El Burro de Oro. Pero, además contaba con una característica que lo hacía ser un personaje único, considerando que su riqueza era, prácticamente, ilimitada, ésta le daba la posibilidad de todo tipo de extravagancias y es allí en donde se comienza a trenzar la historia, amenizada con la leyenda y aderezada con el mito.


Se dice que Francisco Velarde gustaba mucho de la vida monárquica, a sus empleados los mandaba a estudiar a Europa, esto con el fin de que aprendieran los modales adecuados para atender tanto a él, así como a sus invitados, de modo refinado. Se cuenta que compró a un elevado precio el título de “General” al entonces presidente, casi vitalicio, de la recién formada República Mexicana, Antonio López de Santa Anna, consecuentemente uno de sus sueños se cumplió: vestir el uniforme militar.


La historia o, en todo caso la leyenda, dice que se mandó confeccionar 365 casacas, de donde colgaban galones de oro y plata, con botonaduras también en oro y por si esto no fuera suficiente, los tacones de su calzado eran también de oro… El Burro de Oro mostraba la abundancia de su fortuna.


Hay quien dice que tenía 365 mujeres, hay quien comenta y quien escribe que eran 50 sus concubinas, que a todas las hacía vestir igual y con todas salía en una especie de parada militar. Manteniendo la tradición de asistir a la misa dominical, lo hacía con sus mujeres y un nutrido grupo de acompañantes, los cuales debían vestir de manera impecable, so pena de ser castigados, y El Burro de Oro no se tocaba el corazón para sacar su fuste y aplicar los correctivos que fueran necesarios para que sus órdenes se cumplieran cabalmente.


Un gozo, seguramente infinito, le causo la llegada de Maximiliano I de México y la implantación del Segundo Imperio Mexicano. Al poco tiempo Francisco Velarde se volvió uno de los principales sostenes económicos de los Conservadores. No tardó en extenderl todo tipo de invitaciones al nuevo Emperador y enviarle notorios y cotosos regalos. Fianalmente le extiende la invitación para que lo visite en su mansión de la ciénega de Chapala, invitación que si bien no se da por asentada, se pensó que sería aceptada pues el Emperador planeaba visitar el occidente del país.


Y es entonces que la leyenda llega al extremo, justo al paroxismo, pues El Burro de Oro determinó que el Emperador no podría asolearse al pasar por los caminos que recorrerían juntos desde La Barca hasta Guadalajara, en ese paseo le mostraría todas sus propiedades, seguramente le diría que “hasta donde la vista le alcance, eso es mío”


Para tal fin mandó contratar a todos los sastres y costureras de la comarca con el fin de elaborar un toldo de varios kilómetros de largo, así su acariciado sueño de pertenecer, al menos por unos días, a la corte, ser parte de la monarquía… sería realidad. Solo que Maximiliano nunca llegó a la invitación ofrecida.


El Burro de Oro en su calidad de General del Ejército Conservador tenía a su cargo la región occidental de Michoacán, estando en Zamora y en el fatídico año de la caída del Segundo Imperio, es aprehendido ya que no puede huir debido a su sobrepeso, cuando es detenido ofrece su peso en oro montado en caballo, cosa que el General Francisco Tolentino, no acepta y es fusilado el 3 de febrero de 1867, a los pocos días le llega el indulto que Benito Juárez le había concedido y cuatro meses más adelante, el 19 de junio, Maximiliano fsería fusilado en el Cerro de las Campanas en Querétaro.


Pero la ostentación y boato en el que vivió Francisco Velarde nos deja un auténtico tesoro, una serie de doce pinturas murales que reflejan la vida cotidiana en México a mitad del siglo XIX. El Burro de Oro había oído que los grandes palacios europeos estaban decorados con magníficas pinturas, él no quiso quedarse atrás y contrata al pintor jalisciense Gerardo Suárez y durante dos años, de 1855 a 1857 pinta los muros de su mansión, de su casona en La Barca, la que ahora es conocida como La Moreña y que es sede del Centro Cultural del Gobierno del Estado de Jalisco.


Son doce las pinturas que circundan el patio de la casona, las escenas fueron tomadas de reproducciones de la obra de Casimiro Castro (1826-1889) dibujante, litógrafo y pintor mexicano, el cual es considerado como el cronista gráfico y paisajista de de México del siglo XIX.


Paseo a Xochimilco, Bailadores de Jarabe con Jaripeo y maricachi, La Procesión, Día de Campo Aristocrático y el columpio, Indios del Sudeste, Los Infantes, La Vendimia, El Salto del Agua, La Plaza de Santo Domingo, Paseo en el canal de la Viga, La ordeña y los chinacos y, además, Cacería del venado,


Sin lugar a dudas el viaje que hagas a La Barca, en el estado de Jalisco, te será gratamente compensado al entrar a La Moreña y trasladarte a la vida cotidiana de México en las escenas que se presentan en las paredes de la casona. Verás por allí que hay un nicho, el cual contiene sus cenizas, verás sus muebles traídos de Europa, su recámara, en donde la lujuria no tendría limites, sabiendo que, aquí lo que había era una cosa: abundancia.