lunes, 13 de mayo de 2013

Siglo XVI: El primer desastre ecológico en Guanajuato.

    Esto que ves aquí era, hace quinientos años, un espléndido bosque. Mezquites, Huizaches, Oyameles y Madroños eran los árboles que crecían en abundancia por estos cerros y lomas que conforman la Sierra de Codornices en el mero centro de Guanajuato. Como el desastre se comenzó a dar una vez descubiertas las minas de Guanajuato en 1548, mediados del siglo XVI; y acrecentó a lo largo del siglo XVII, nosotros, la últimas tres generaciones (por decir las más próximas), es decir, la mía, la de mis padres y la de mis abuelos; solamente conocimos este panorama, nunca imaginamos que, siglos antes, todo este semidesierto no lo era, por el contrario, era un bosque tupido que regulaba a la perfección ríos y arroyos que fomentaban la fertilidad del Bajío.

    La historia de Guanajuato la hemos visto sin detenernos en lo que es el entorno físico, más aun, lo que fue ese rico entorno. Cuando visitamos la capital del Estado quedamos extasiados con la belleza de la ciudad y con sus leyendas, no consideramos que el problema permanente que esa ciudad tiene es la abundancia y carencia de agua a la vez. Abundancia porque, (en otros tiempos) los meses de verano eran característicos de sus abundantes lluvias, mismas que, dado la ubicación de la ciudad, en la mera bajada de la sierra, las inundaciones llegaron a destruirla en varias ocasiones.Y de la abundancia se pasaba a la carencia. Problema que aun subsiste.

    Al ubicarnos en el entorno que fue en ese siglo XVII cuando comenzó el auge minero de Guanajuato y, más aun, visualizamos cuales eran las necesidades que la minería tenía para su funcionamiento, es cuando entendemos el origen de ese desastre ecológico que ahora estamos viviendo más que nunca pues los ríos y arroyos de Guanajuato no tienen agua. Guanajuato llegó a ser la población más numerosa luego de la ciudad de México durante la Colonia, la razón era solamente una: la enorme industria minera. Para hacer funcionar las minas se requería de dos cosas: la llamada 'fuerza de sangre' y el fuego.

    La fuerza de sangre consistía en mulas, caballos y burros que servían para mover todo lo que la mina requería. Tanto para pisar las piedras que contenían el metal para luego ser lavadas y extraer la plata, como para acarrear las valiosas cargas a los almacenes y de allí a la ciudad de México para ser contabilizadas las riquezas que luego serían llevadas a España. La fuerza de sangre requería de alimento, mismo que hizo florecer las haciendas ganaderas de todo el Bajío, al grado tal que desplazó a Puebla y fue nombrado como "el Granero de México".

    El otro elemento, el más importante para mantener las fraguas encendidas, funcionando para que la plata fuera debidamente purificada, por así decirlo, y transformada en los lingotes que, bajo un peso y dimensión determinado sería luego contabilizado y se sabría el monto de esa riqueza que se extraía de las minas guanajuatenses. Para fin de producir y mantener el fuego eran necesarios cientos de kilos de leña, toneladas de leña que fueron quemándose durante medio siglo, el XVI; más dos siglos: el XVII y el XVIII. 

    Y fue así como, a lo largo de 250 años de Colonia, más casi un siglo de vida independiente, los bosques en rededor de la ciudad de Guanajuato fueron arrasados sin la menor precaución volviendo improductivos los terrenos que circundan a la ciudad y creando la base de una esterilidad que en este siglo XXI estamos viendo y viviendo ya el tamaño de sus consecuencias.

    Hay testimonios de que los habitantes de ranchos y haciendas próximos a la ciudad de Guanajuato, en temporada de secas abandonaban sus hogares para ir a talar árboles y producir carbón para las minas. El problema que se estaba creando nunca se visualizó pues la región que sufrió la mayor deforestación queda fuera de los caminos transitados y solamente se alcanza a ver su silueta desde lo lejos. Por ejemplo desde la que se conocía como Carretera Panamericana.

   Hoy día, luego de los programas de desarrollo camineros del Gobierno estatal, los caminos pavimentados atraviesan esa sierra que antes era solamente cruzada por recuas que tomaban la vía corta entre Guanajuato y San Miguel el Grande para de allí continuar por el Camino Real de Tierra Adentro. Y ahora que cruzamos en auto por aquí podemos dimensionar el tamaño del desastre ecológico que la ambición hispana nos heredó, es decir, si hay quién se congratula del idioma, la religión y las tradiciones heredadas por ellos, habremos de incluir quienes nos lamentamos del desastre ecológico que ellos, los españoles, generaron en esta parte de México que se conoce como El Bajío.

    Estas fotografías que ahora ves las tomé apenas el viernes pasado (10 de mayo 2013) tomando la carretera estatal que va de Salamanca por el norte a entroncar con la Juventino Rosas-Guanajuato y seguir un poco más adelante por la desviación a San Miguel de Allende y enfilar, luego de unos kilómetros más por otro entronque que nos lleva a Dolores Hidalgo. Cruzando por puentes cuyos ríos y arroyos son ya inexistentes.

    Creo que luego de ver esto, eso que conocemos como "la chingada" toma otra dimensión. La chingada, bien lo sabemos, era la manera coloquial (coloquial baja, agregaré) de referirse a la América o, más específicamente a Nueva España por los españoles que se aventuraban en busca de riquezas a costa de lo que fuera. Pues esa costa, ese coste, ahora lo estamos pagando y con creces. No sé en hectáreas cuánto represente lo deforestado para producir la plata que produjo Guanajuato, pero pensemos en lo que abarcan los municipios de Guanajuato, Silao, Irapuato, Salamanca, Juventino Rosas, San Miguel de Allende y Dolores Hidalgo. Esa es la dimensión.

   Y a estas alturas del partido será difícil, por no decir que imposible, reforestar esta zona que hace apenas 500 años era un bosque.... Y, para concluir este no muy agradable tema, para fin de que el ganado pastara (ganado introducido también por españoles) aquella zona que se conocía como El Mezquital que crecía desde Celaya hasta los Apaseos, fue, también, devastado. Habemus Problemas.


1 comentario:

  1. Triste que en mi Guanajuato (sí, es mío, porque lo que amamos lo consideramos nuestro) no hayan dimensionado los alcances de la deforestación y la incapacidad de retener el agua cuando abunda.

    Me encanta tu blog.

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