lunes, 13 de marzo de 2017

De cruces y humilladeros en el Diario de Ajofrín

  Leer al fraile de la Propaganda Fide, que vino a Nueva España en 1764, Francisco de Ajofrin, nos hace adentrar en el tiempo y en la circunstancia de lo que estaba viendo, muchas cosas por demás curiosas, otras sorprendes y otras de una amable ingenuidad. Relata, de pronto como es que en una oscura noche cae en un zarzal y se espina todo el cuerpo, andaba descalzo y estaba herido de una pierna, sin embargo seguía caminando. Todo el viaje que hace por México la mayor parte del tiempo fue a pie, son contadas las ocasiones que menciona haber usado un semoviente… creo que nunca lo usó, la verdad no lo recuerdo. Lo que vemos en la imagen es la villa de Ajofrín, en Toledo, España.

  Lo que hoy atrae mi atención está en dos puntos que menciona en su Diario, uno relacionado a una gran duda que tenía en torno a la Cruz que había en Querétaro la cual pensaba era un Humilladero; el otro es precisamente al Humilladero que hay en Pátzcuaro, y lo que él relata nos dará mucha luz en torno a los dos elementos. El fraile llega a México con la intención de recabar fondos, entendiendo con ello limosnas, para realizar el proyecto que tenían de levantar una sede de la Propaganda Fie en el Tíbet. Desembarcado en Veracruz continúa por Xalapa, Puebla, ciudad de México, luego sigue a Querétaro, Acámbaro, Valladolid, Pátzcuaro, Salamanca, Guanajuato, San Miguel y regresa a la capital de virreinato en esa primera etapa de su viaje. En la imagen una cruz al estilo de Ajofrín, España.

  “… es tradición inconcusa que los indios de uno y otro ejército vieron a Santiago en el aire, sobre un caballo, con la espada desnuda, amenazando a los chichimecas, y a su lado vieron también una cruz tan refulgente como un hermoso sol, del tamaño de cuatro varas, entre blanca y roja. Y de aquí viene a esta ciudad el honroso timbre y escudo de armas que tiene.

 “Habiendo ya registrado esta famosa ciudad, sus templos, edificios, fertilidad y demás circunstancias que la adornan y ennoblecen, me obliga la ley de gratitud a no pasar en silencio las gloriosas memorias de este venerable Colegio de la Santa Cruz. Queda dicho en el párrafo antecedente cómo este Sagrado Colegio se fundó en el mismo sitio donde fueron vencidos los chichimecas y se dejó ver la cruz que, como dijimos, era del tamaño de cuatro varas, entre blanca y roja. En memoria de tan singular favor, dispuso el famoso conquistador don Fernando de Tapia se colocase en este mismo lugar una cruz de piedra, parecida en algo a la que se dejó ver en el aire. Para esto, registrando las canteras inmediatas al cerro, hallaron cuatro piedras ya cortadas, del color de la aparecida, y luego las labraron en forma ochavada del modo que pudieron, sin reparar mucho en el pulimento. De la una formaron la cabeza y los brazos, y otras dos aplicaron para lo restante del cuerpo, quedando la cuarta para la peana. Luego que acomodaron las piedras en forma de cruz, percibieron los indios que despedía un olor suavísimo como de lirios y rosas […]

  “Cargaron finalmente las piedras con el mayor respeto, y conducidas al cerro y lugar de la aparición, colocaron la Santa Cruz con singular estruendo y alegría, formando para su decencia una pequeña ermita, donde le tributaban cultos aquellos pobres indios, obrando el Señor en ella infinitos prodigios […]. Pasados algunos años, dejaron los religiosos este sitio por ser muy árido y seco, y bajaron el Convento al lugar en que hoy está quedando la Santa Cruz en su iglesia y asistiendo para su culto uno o dos religiosos. Continuaba la devoción de los fieles por la Santa Cruz y se aumentaban cada día más los portentos, hasta que por los años de 1645 se fundó de nuevo Convento para casa de Recolección y Noviciado”.

  “La Santa Cruz de piedra […] está hoy colocada en el altar mayor de este Colegio, famoso en todo el reino por los frecuentes milagros que la ilustran […]. Causa singular respeto y conjunción la presencia de tan celestial presea, moviendo a lágrimas de ternura sola la vista, y mucho más si se logra de cerca en su hermoso camarín” (1). Con esto comprobamos que, tal vez la mencionada cruz hacía las funciones de Humilladero y marcaba parte inicial o fina, según se vea, del Camino Real, pero es apenas una suposición pues, como lo dice el autor, la cruz fue trasladada al altar mayor.

  Hablando de cruces y portentos, es el mismo Ajofrín el que menciona una de la cual nunca había oído, una que se levantó en Xalapa, y al respecto dice: “En el atrio del dicho convento, frente a la iglesia, hay una cruz muy elevada que se formó del mastelero del navío de Hernán Cortés, y habiendo pasado tantos años, está sana, sin pudrirse ni apolillarse” (2).

   En cuanto al Humilladero en Pátzcuaro, lo que cuenta es que: “Llaman a esta iglesia Humilladero porque, según me refirió el doctor don Francisco Javier Vargas, varón de venerable ancianidad y erudición exquisita, cura de esta ciudad, que había visto y leído un instrumento antiguo en idioma tarasco que decía haberse aparecido a los conquistadores en este mismo sitio donde se fabricó la iglesia el glorioso Santiago Apóstol, patrón de las Españas, con muchos resplandores en forma de hermosísimo sol, dos horas antes del amanecer; con cuya novedad despertaron los nuestros esforzados y animosos, y los indios confusos y asustados; y luego sin venir a las armas, se entregaron “humildes y rendidos”, y de aquí tomo el nombre este sito; y fabricándose después la ermita, conservó la misma denominación, llamándose, como hoy se llama, el “Humilladero” (3).

  Magnífico andar por los caminos de la mano del padre Fray Francisco Ajofrín...

Fuentes:

1.- Diario del viaje que hizo a la América en el siglo XVIII el P. Fray Francisco de Ajofrín. Vol. I. Instituto Cultural Hispano Mexicano. México, 1964. pp. 133-140
2.- Ibid. p 38
3.- Ibid. p. 162

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